Nunca había estado en uno de esos hoteles que está al lado del aeropuerto.
Tampoco les veía mucho sentido. Pero viendo que suelen tener salas de reuniones, debe ser más cómodo para hombres de negocios. O dobloneras como yo que salen a las 8.20 de la mañana y el aeropuerto está bastante lejos de Los Doblonen. Así que anoche salí de Karlsruhe, sin prisa y llegué a la hora y media al aeropuerto para dormir allí y al día siguiente poder ir andando a coger el avión.
Parecía fácil. Me dicen que el hotel está a 200 metros de la Terminal 1. Yo de distancias no sé, pero un hotel a 200 metros deduje que se vería al salir. Pues no, se ve depende de donde salgas.
Yo salí y vi este hotel:
Nunca había visto un hotel tan cerca de la terminal.
A la derecha se veían edificios a lo lejos a la izquierda una autopista con pendiente hacia arriba y a lo lejos un edificio, que podría ser un hotel. Esperaba que no lo fuese. Subir eso con mi maleta de 23 kilos 700 gramos hubiera sido un dolor. Con sus posteriores agujetas.
Como el hotel que había visto era gigante y abarcaba todo mi campo de visión de miope, decidí subir a la parte de Salidas. Nada, un frío que pelaba y el hotel no se asomaba por ningún lado. Fui a la terminal 1, donde termina/empieza el edificio y allí, detrás del hotelaco, estaba el mío. Con carteles azules.
Así que crucé por el pasillo que se ve en la foto…
…y llegué a un parking. Y al final del parking… una autopista.
Moraleja 1: si vas al Hotel Wyndham Stuttgart , no vayáis por el parking.
Volví a la terminal 1 y pensé que se llegaría por abajo. Llegué abajo, crucé y me encontré con las escaleras. Ale, 23,7 kilillos escalones para arriba. Por supuesto, había un paso por donde no era necesario subir escalones, pero lo descubrí demasiado tarde. Me negaba a volver a deshacer mi camino.
Moraleja 2: si vas a alojarte en este hotel, comienza a andar únicamente cuando estés en esta posición y puedas ver el hotel a lo lejos, en línea recta y a través del pasillo cubierto desde el piso de salidas:
Es más sencillo, no te ofuscas y el camino es má corto.
Finalmente llegué al hotel. Muy fashion, muy chic, muy luxury. Muy hastaloshuevos estaba yo ya a esas alturas del hotel.
Entras y no ves la recepción, tienes que andar medio pasillo y girar a la derecha. A kilómetros se me puede percibir lo mosca que estoy.
Saco mi reserva, mi DNI y se la doy al chico. La mira y empieza a buscarla en el ordenador. Y la busca, y la busca y yo me agobio. “No tengo habitación, voy a tener que dormir en el aeropuerto” se oía en mi interior.
– Perdone, ¿puede ser que tenga la reserva con otro nombre? Porque su nombre es este, ¿no? – dice mientras señala mi reserva impresa
– No, no lo es. Alojamiento y desayuno NO ES MI NOMBRE.
Por visitante 4576 me encontró a la primera.
Me pide mi tarjeta de crédito y me dice que es para los extras. Se la doy sabiendo que no voy a usarlos, yo he venido aquí a hablar de mi libro dormir. Pero me quedo más mosca, lo ha dicho en un tono: “Conozco a los de tu calaña, que os lleváis todo lo que podéis del hotel. Con la excusa que es gratis Y, ahora, puedo cóbratelo si quiero, muahahahahaha”
Por último, le pregunto por la hora del desayuno y la clave de la wifi y me contesta:
El desayuno empieza a las 6 de la mañana
y el wifi cuesta fifteen euros 24 horas.
NO es gratis.
Automática y finalmente, el hotel me cae feo. Y mal. Un hotel de 4 estrellas que cobra wifi. Unbeliable. Y a 15 pavos el día. Un roben, eso es lo que es.
Total, que subo a mi habitación, la 409 en el 4º piso. Pasillo con clase. Vamos bien. Puertas negras. Elegancia. Moqueta gris. Combinando. Mmmm, al menos la decoración mola.
Entro y me quedo muerta. Así es la habitación:
¿Pero que me está contando? ¿Va a venir gigoló a mi habitación? ¿Va incluido en el precio? Nunca había estado en una habitación que pudiera medio catalogar como erótica.
No me gustan las habitaciones espectaculares/bonitas/espaciosas/relajantes/erótico-festivas. No me gustan porque no las aprovecho. Al final, sólo la usas para dormir y ducharte.
Al final, tampoco estaba tan bien, oía las televisiones de las habitaciones contiguas.
Tanta estrella para no insonorizar. Pero eso sí, los jabones de manos, un capricho para la piel.
Y me ha dado tanto miedo el hecho de que tengan los datos de mi tarjeta que no me he atrevido a llevarme el souvenir que últimamente le traigo a Pommery de los hoteles: el bolígrafo.
Ah, y no estoy tan loca como para haber hecho las fotos en el angustioso momento de querer y no poder llegar al hotel. Las he hecho esta mañana, después de facturar.