Los 38 me han traumatizado menos que los 37. Lo malo, que unos días de cumplirlos, descubrí que hay cosas que a veces no se arreglan al cumplir años.
Tengo pavor a las cucarachas. Otros bichos/insectos me pueden dar más o menos “cosa”, otros asco que aún recuerdo pero, las cuquis, no puedo no puedo.
Pensé que serían con un miedo más de pacotilla pero hace una semana descubrí que no.
Situación: Jueves por la noche, lista para cenar. Abro el armario (parte superior) de los vasos para sacar mi vaso de sangría y al verla, pego tal chillido que al gato no lo veo durante la siguiente hora.
Una cucaracha en mitad de la puerta. Es gigante, más redonda que oblonga (me encanta usar esta palabra, me creo que soy sofisticada). Y tirando a roja, no negra tizón. Pero es una cucaracha, ese insecto al que le tengo pavor porque me paraliza y me da asco de sólo pensar el ruido que hacen al chafarlas. Me dan arcadas.
Y ahí estamos las dos, sin movernos durante un minuto pensando nuestro siguiente paso.
Entonces, yo empiezo una charla mental conmigo misma mientras intento no hiperventilar:
Vis, cumples 38 años la semana que viene, vives sola desde hace 7. Es un bicho, tienes que superar tus miedos.
Por si acaso, me vuelvo a recordar que tengo 38 años.
Y, entonces, la cuqui decide moverse y se mete en el armario. Así que lo tomo como una señal y cierro la puerta. Respiro. Varias veces.
Y acto seguido, cojo el móvil:
– Dime
– Mamá, que he abierto el armario y había una cucaracha gigante. Gigante. GIGANTE.
– Y yo sé que no puedo llamarte para estas cosas, que tengo 38 años y tengo que arreglármelas por mi misma. Pero es que es la primera cucaracha que veo en esta casa desde que me mudé. Mamá, que han sido 4 años de felicidad. Yo ya no me acordaba del pánico que me dan.
La respuesta de mi madre son risas y toses provocadas por la risa.
– Mamá, al final se ha vuelto a meter en el armario y he cerrado. Así que, mañana nada más salir de trabajar, paso por tu casa, te recojo, matas la cucaracha y te devuelvo a tu casa a tiempo para que le hagas la cena a la abuela.
Más risas y toses pero consigo un “vale”.
– Es que mama, lo he intentado, te lo prometo, pero es muy grande. Y tirando a roja.
– Ah, esas son las voladoras. Habrá entrado por la ventana.
– Vale, lo que tú digas pero mañana te recojo. Es que he pensado darle con la escoba y matarla en el suelo, pero si se escapaba, yo ya no duermo. Y si la atrapa el Turbo y me la trae a como alimento, me da un patatús. Tú mañana vienes y la matas.
Cuelgo y aunque está todo bajo control, no estoy tranquila del todo. Ese módulo en concreto tiene la puerta un poco descolgada y tengo miedo que pueda salir por la noche. Así que mientras ceno, uno de los ojos lo tengo vigilando el armario.
Y es entonces, cuando me voy a dormir, que me acerco a beber agua y, efectivamente, veo que la cuqui ha encontrado la vía de escape. Veo sus antenas larguísimas saliendo del marco de la puerta. Aprieto la puerta todo lo que puedo hasta que desaparecen. Pero claro, así no voy a conseguir dormir. Así que, cojo mi cinta americana de lunares (¿dónde narices tengo la normal? Esta es para cosas bonitas) y “sello” el armario.
Viernes. Llego a Los Doblones y aunque ya había decidido hacer un post de ello, no puedo resistirme (Dios, como me gusta hablar) y se lo relato a Pommery y Goku. Goku me da su visto bueno para publicarlo. Le parece que hay material.
Cuando les digo y les muestro cómo de sellado está el armario, les da la risa:

Cuando llegues a casa, la cuqui ya no está ahí – me asegura Pommery
Termino mi jornada y paso a por mi madre. Llegamos y le acerco la silla, pero cuando va a abrir la puerta, veo que la persiana de la terraza está a la mitad. Le digo:
– Espera, que voy a abrir la ventana por si se te escapa y tengo que salir corriendo.
De la risa, mi madre casi se cae de la silla.
Yo sigo mirándola muy seria y le digo: “Es en serio”. Y abro la persiana hasta arriba y me quedo cerca.
Ella abre el armario y empieza a sacar cosa por cosa inspeccionando algunas en detalle: los tazones opacos, la cafetera, la caja con sobres de Nescafé descafeinado… Y le hago sacudir el taquito de servilletas por si está entre ellas.
Vacía todo el armario y no aparece. La devuelvo a casa y les escribo a Pommery y Goku diciéndoles que tenían razón y se había escapado.
Por supuesto, no me quedo tranquila. Y cada dos por tres abro el armario (que sigue vacío) por si aparece y la mato con el spray que ya me he comprado. Pero me voy a la cama con la tranquilidad de que se ha salido del armario y ha salido a la terraza, buscando el sol, como me había asegurado mi madre.
Sábado. Ya hago vida normal. Hasta que, por la noche, me entra sed y voy a por agua. Y, en el zócalo superior del armario, aparecen 2 antenas gigantes que me son familiares.
Pero esta vez, con el “fli” en mano, me subo a la silla y le echo un par de ráfagas. Una tercera porque intenta saltar al vacío y quiero que se quede ahí. Otra más y finalmente, deja de moverse.
Cojo el móvil y les mando esta foto a Pommery y Goku diciéndoles que si, que se había escapado pero seguía en casa:

He echado tanto que me ahogo. y salgo a la terraza.
– Mamá, que la cuqui seguía en casa. Pero la he matado con el spray. Yo la dejo ahí arriba y mañana voy a buscarte y vienes y la recoges que me da mucho asco.
– Vale
– Sé que está muerta pero aún sigo mirando, es como un tic.
– Bueno, a veces les echas el “fli” y se atontan un rato y luego reviven
– No me digas eso, no me digas eso que ya no duermo.
Miro el reloj, las 22:38.
– Mamá, a la abuela ya las acostado, ¿verdad?. Vístete que en 5 minutos voy a por ti.
– Vale – me dice entre risas
Y sí, la hice venir para recogerla. Me aseguró, no sé si porque era cierto o por lo cansina que soy, que era grande.
Hoy, como era el día de mi cumpleaños, le he comprado un ramo de flores como detalle de compensación por:
- Venir a matarme y recogerme la cuqui
- Y como se dice, por los 38 gorrinos que podría haber criado.