Aunque ya no viva en La Cueva, la uso de trastero para cajas y demás y a veces me paso a ver si ha entrado mucha agua y recoger el correo.
Ayer llego, aparco, me acerco a la puerta y al meter la llave en la cerradura, la vecina cotilla asoma la cabeza desde la puerta de su casa.
LA VECINA: Hace mucho que no vienes a ver cómo está la casa. Y estás más gorda.
YO: Será la felicidad, que engorda.
LA VECINA: Claro, allí, más cerca de tu madre.
«Y más lejos de ti», pensé pero no dije, porque no lo hubiera entendido.
La gente grosera es un pelmazo insoportable
Esta es sumamente cotilla. No puede controlarlo. Cuando me mudé a la Cueva, un día me dejé la puerta abierta y entró hasta el comedor y me dijo: «Oye, ¿tú eres de la familia o vienes a robar?». Con eso te lo digo todo.