Sin contar la emoción de estrenar tu propio hogar.
Crees que vas a llevarte la ropa, una caja con las cosas que hay en el baño y lo poco que usas en la cocina.
Y eres una ilusa.
Lo que crees que son cuatro cosas de cocinar son más de 8 cajas. Y lo peor es que sólo has empaquetado lo que ya has usado, ya sea de diario como esporádicamente.
Empiezas a vaciar el que creías que era el “armarito” con lo básico y descubres que las cajas se llenan enseguida y que los estantes siguen repletos.
Te giras y ves los cajones, y te acuerdas de las tazas que aún no has envuelto. Y los platos hondos que están en la salita. Y, y, y.
Y lo que era una caja con lo del baño se convierte en dos. Sin contar las toallas.
Sí, tenías que haber empezado a empaquetar hace medio mes. Pero te auto-convences que no podía ser. Tienes un ejemplo que te acaba de ocurrir. Has metido el aceite y la sal en una bolsa, la has llevado al coche y al intentar aliñar la ensalada e has dado cuenta que tienes que volver al coche.
Estos ítems eran lo que habías etiquetado como básicos para empezar a vivir en el chiqui-ático a partir de este sábado. Pero viendo lo visto, escribes un post aconsejando seguir todos los consejos que hay por las webes sobre cómo mudarte eficientemente.
No seáis como yo y planificarlo.
Ah, y rezo para que esta sea la última mudanza de mi vida. Tenía yo razón en lo de comprar una vivienda ahora o nunca, ya que esta experiencia no la vuelvo a repetir.