Ahora que la vecina no está, aprovecho al máximo el salir a la puerta de casa a tomar el fresco.
Me gusta salir un rato antes de ir a la cama. Me cojo mi portátil y leo blogs. O contesto mails. O chateo con Petra.
Y a Turbo le encanta tumbarse a mi lado y desperezarse.
Lo que no le gusta es entrar. Lo intuye cuando recojo la silla y el portátil. Y entonces me mira desde el umbral de la puerta y entiende que quiero cerrarla con él dentro de casa.
Y se sale de nuevo a la calle. Y me mira y huye si pretendo cogerlo.
Pero no tiene la suficiente memoria y la comida es su debilidad. Y lo engaño.
Llevamos 3 semanas que:
– Saco los crispis-premio de gato
– Lo llamo y le enseño el que llevo en la mano
– Viene y lo olisquea
– Se va pero al momento vuelve a por él
– Le pongo el segundo crispi en el suelo en el escalón de la puerta
– Entra y se lo come
– El tercero lo lanzo hacia el comedor
– Y, por supuesto, va como una bala a por él.
Y cierro la puerta.
Siempre cae.