Ayer, en el veterinario, mientras esperaba mi turno, escuché la conversación de a clienta y la veterinaria. Era algo tal que así:
– Pues para el rojez que tiene el perro, hay que ponerle esta crema una vez al día
– Que te he dicho que no voy a comprar nada hasta el 25. Entonces…¿le pongo agua oxigenada y betadine?
– Agua oxigenada no le ponga
– Ya, pero mira que rojo lo tiene
– Lo entiendo señora, pero sin la crema va a ir a peor. ¿Se ha llevado alguna vez alguna crema nuestra? Lo digo porque puede que le sirva.
– No, no tengo ninguna crema. Entonces…¿le pongo el betadine con un algodón y sirve?
– No, señora, no sirve. Pero use una gasa.
– ¿Cuántas veces le pongo el betadine al día? ¿Dos?
– Señora, el betadine no lo va a curar
– Dos veces, ¿no?
– Una, señora, una (con cara de resignación)
Y salí de allí sintiéndome extraña, y menos ingenua creía que esta gente que no escucha y no es sorda era más difícil de encontrar.
Y me acordé de Yorch, que será enfermero y de historias de estas en sus prácticas tendrá para dar y regalar.